Continuación del punto 3 del post: “Verdades, mentiras y absurdidades (I)”
La primera cosa que voy a decir es que no hay ningún inconveniente en aceptar el equilibrio presupuestario, es decir, en aceptar que es bueno que el déficit sea cero. Incluso se puede considerar que todavía mejor que un déficit cero es un presupuesto con superávit en lugar de deficitario. Y esto porque el déficit, el equilibrio y el superávit del presupuesto son entes que no existen en el mundo real, y si no se concreta más, no tienen ninguna significación económica. Son ficciones, figuraciones, que se pueden crear al gusto de cada cual. Lo único que se tiene que hacer para conseguir que sean una cosa u otra es manipular adecuadamente, es decir, según convenga, sus componentes. Porque aquí, en el tratamiento de los elementos que componen la ficción, elementos que sí que tienen existencia real, se encuentra el secreto.
Si se quiere hacer un trabajo serio, o sea, conseguir que el déficit, el equilibrio o el superávit del presupuesto tengan significado (sin olvidar que nunca perderán su naturaleza de ficciones), se tiene que entrar en aquello que es realmente importante: la selección y análisis de los elementos que intervienen en su composición. Elementos constituidos por todo aquello que por convenio se consideran ingresos, todo aquello que también por convenio se denominan gastos, y el periodo de tiempo durante el cual conviene que se enfrentan los ingresos y los gastos. Empezaré por este último, es decir, el ciclo o periodo de tiempo del enfrentamiento.
El periodo de tiempo durante el cual se acuerda enfrentar los ingresos y los gastos puede ser cualquiera: el día, la semana, el mes, el año, etc. Ahora bien: si lo que se quiere hacer es un estudio económico, se ha de tomar un periodo que tenga significado económico.
La economía se mueve por periodos de tiempos denominados ciclos económicos, que suelen tener una duración variable, entre diez y veinte años, a veces más, pero de los que no se sabe que nunca hayan coincidido con el año natural.
Los ciclos económicos, con sus características fases de expansión o apogeo y posterior crisis o depresión, han existido siempre, y los humanos, desde hace miles de años, han tratado de evitar sus efectos más perversos, como testimonia el Libro de los libros, es decir, la Biblia, en el siguiente resumen del pasaje del Génesis, capítulos 41 y siguientes:
El Faraón de Egipto soñó que salían del río siete vacas hermosas y lustrosas que pastaban en el prado y eran devoradas por otras siete, feas y delgadas, que salieron detrás de ellas; también, que siete espigas de trigo llenas de gruesos granos crecían en una sola caña, que después nacían otras siete, esmirriadas y abatidas por el viento, que devoraban a las siete primeras.
José, a petición del Faraón, interpretó el sueño: “quiere decir, que vendrán primero siete años de abundancia seguidos de otros siete de hambre, que será tanta, que se olvidará totalmente la abundancia de los años pasados”.
“Por lo tanto”, recomendó José, “haga esto Faraón, y ponga gobernadores sobre el país, y quinte la tierra de Egipto en los siete años de abundancia. Y junten toda la provisión de estos buenos años que vienen, y recojan el trigo bajo la mano del Faraón para mantenimiento de las ciudades; y guárdenlo. Y esté aquella provisión en depósito para el país, para los siete años de hambre que habrá en la tierra de Egipto, y el país no perecerá de hambre.”
Las cosas se hicieron tan bien en Egipto, que no sólo tuvieron comida para los egipcios durante los años del hambre, sino también para vender. Y como el hambre llegó hasta la tierra de Canaan donde vivía la familia de José, y también la noticia de que en Egipto vendían comida, Jacob, el padre, envió a sus hijos, hermanos de José, a comprarla.
En las líneas anteriores se puede observar un antiguo tratamiento de las fases del ciclo, rudimentario si se quiere, pero tratamiento al fin y al cabo. Consiste, como era lógico esperar, en guardar durante los años de abundancia o auge para poder gastar o consumir durante los años de crisis.
Principales características de las fases del ciclo económico, resaltando en mayúscula y negrita los aspectos negativos de cada una de ellas:
AUGE o APOGEO:
- máxima actividad de los negocios
- plena ocupación
- subida de los precios = INFLACIÓN
CRISIS
- contracción de los negocios
- reducción del empleo = PARO
- bajada o mantenimiento de los precios
Desde el punto de vista económico, la actuación lógica de los organismos públicos debe consistir en adoptar una política anti cíclica, es decir, gastar menos de lo que se recauda en los tiempos de abundancia y más en los tiempos de escasez. Porque, si no lo hacen así, y basándose en el equilibrio presupuestario anual, gastan cada año de acuerdo con lo que ingresan, lo único que se consigue es agravar los problemas de INFLACIÓN y PARO en las respectivas fases.
En fin, por poner un ejemplo, es fácil imaginar lo que habría pasado en el antiguo Egipto si el Faraón, desoyendo las recomendaciones de José, hubiera adoptado una política de equilibrio presupuestario anual en los tiempos de las vacas gordas y flacas de la cita del Génesis de más arriba.
Conclusión: equilibrio presupuestario, de acuerdo. Pero a lo largo del ciclo económico, no año natural a año natural.
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